Tengo para mí que ser de izquierdas es una psicopatología. Muy leve, inocua, en la abrumadora mayoría de los casos, una simple confusión de los propios deseos con la realidad.
Más grave entre el núcleo duro de los militantes, caracterizada por una absoluta incapacidad para ver las cosas como son y una desconfianza instintiva por la libertad de los otros, teñida, sobre todo en España, de una fuerte manía religiosa.
Admito que ayer el día no estaba informativamente claro y que había un amplio margen para elegir noticia de primera entre informaciones de indudable interés pero no unánimemente abrumadoras.
Aun así, el caso de una profesora de Religión que fue despedida y cuya readmisión obliga ahora el Tribunal Constitucional, ¿es para abrir, por delante de la revocación de la libertad de Troitiño, o el Madrid- Barça? Y aun respondiendo afirmativamente, ¿el caso merece este titular tan triunfalista:
“El Constitucional frena a la Iglesia”?
Les pongo al día en lo básico: una profesora de Religión Católica –Resurrección Galera– a la que no se renueva porque se casa con un divorciado. El caso, no hay que decir, lleva a los sumos sacerdotes de la izquierda a su postura más puritana, con un regocijo hipócrita que se traiciona a sí mismo.
El ejemplo lo da el texto con que Schwartz, director de ‘Opinión’, abre su sección, “Un fallo que cuestiona los privilegios de la Iglesia”.
La hipocresía a la que me refiero –aliñada en páginas de información con fotos de la sonriente pareja– consiste en que la primera parte del artículo se dedica a congratularse de que se hayan protegido los derechos de una trabajadora y el último párrafo, a lamentarse de que “la clase de religión se continúa impartiendo en colegios públicos con cargo a los contribuyentes”, es decir, que la intención final anula la inicial.
Ya me dirán dónde irá a parar el puesto de trabajo de Galera y el resto de sus colegas si se cumple el ferviente deseo de Schwartz. En cuanto a aquello de “con cargo a los contribuyentes”, de verdad, don Marco, mejor no meneallo, que empezamos y no paramos.
El Ministerio de Sanidad acaba de anunciar que financiará gratis la píldora anticonceptiva, que no cura nada. Es decir, que la financiará usted, piense lo que piense de la conveniencia de sufragar con su dinero una decisión de estilo de vida.
Estamos en una democracia y hemos decidido –o alguien ha decidido– que aquí va a haber una omnímoda enseñanza pública que vamos a pagar todos. Todos, también los católicos. Los padres tienen, no ya que tolerar, sino incluso que pagar que se les imparta a sus hijos nociones que pueden darse de bofetadas con lo que tratan de transmitir en casa.
La religión, en cambio, no se impone a nadie. Se elige. Y la paga el contribuyente, que aquí o estamos a todas o rompemos la baraja. Ahora bien, si hay una sola, una única razón para solicitar que a tu hijo le den clases de Religión Católica es porque uno cree y quiere fortalecer intelectualmente esa creencia en sus hijos.
No se me ocurre otra. Y que sea la Iglesia la que decida quién está impartiendo como debe su doctrina y quién no cae por su peso. Ellos lo saben tan bien como yo, y no verían noticia en que se inhabilitase para impartir la fe islámica a un profesor que llegue a clase con una botella de JB en la gabardina.
Lo saben, y saben que sabemos que saben, pero siguen usando sus causas de pega. Ahí está Saco, con su anticlericalismo que sólo se puede calificar de pueril.
“El poder de las imágenes” es una columna poco vaga en su objeto, pero el autor es incapaz de sustraerse a la tentación de una pullita final:
“Por cierto, debería servir de meditación a la Iglesia en estos días en que sacan a la calle dolorosas y cristos crucificados para acojonarnos”.
Es verdad, hay que ver qué sádicos los católicos, que conmemoramos nuestra salvación con unas imágenes tan sangrientas, con lo guay que lo pasó Cristo por estas fechas y lo regocijante que debió ser para María ver cómo torturaban a su hijo.
Esta gente, además de tontos, tienen la sensibilidad de un elefante y la tolerancia de Stalin. Supongo que es más fácil vivir en ese mundo de ficción, fingir que lo de Libia pertenece a otro universo moral con respecto a Irak –“Hemos evitado la masacre en Bengasi, lo dice Aministía Internacional”; uno no sabe si reír o llorar ante este absurdo ‘argumento de autoridad’ esgrimido por el socialista Jesús Cuadrado– o que Hungría, al consagrar “a Dios la corona, el orgullo patrio, la cristiandad y la familia”, está defendiendo algo “difícilmente compatible con los valores europeos”, como si Dios, la cristiandad, el patriotismo o la familia fueran exotismo de los que nunca ha oído hablar la vieja Europa.
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